domingo, agosto 27, 2006

Tom Waits y Bono leen The laughing heart, de Charles Bukowski

sábado, agosto 26, 2006

Tributo personal: Jack Kerouac

jueves, agosto 24, 2006

Beast of Burden

Entrevista - Christopher van Ginhoven

“Para mí el asunto es un pretexto, en ese sentido creo que sí, que me inclino más por el estilo que por el asunto”

Hola, Christopher. Hace unas semanas Ezio Neyra me comentó que vives en USA desde hace buen tiempo. Digamos que empezaste a escribir estando allá. ¿Cómo llegaste a la literatura?

Hace unos meses le hice la misma pregunta a Antonio Muñoz Molina. Aprovechando que estaba de paso por Nueva York decidí entrevistarlo. Su respuesta me gustó. Me dijo que más allá de esas mitologías personales que uno se inventa para explicar ciertas cosas —en especial todo lo que tiene que ver con los comienzos de algo— lo que hay son persistencias y una serie de azares. Si pienso en los azares, uno que forma parte de una larga secuencia, no necesariamente el primero, es cuando una noche mi hermano mayor plantea en la mesa la siguiente acertijo —no sé que otro nombre darle—: un desconocido llega a un restaurante al lado de un muelle, pide que le traigan un sandwich de un pescado equis, se lo ponen al frente y le da un mordisco, inmediatamente después se vuela los sesos: ¿por qué? En otro una mujer sube a un ascensor, a medio camino el ascensor se detiene, apenas se encienden las luces de emergencia la mujer empieza a llorar: ¿por qué? Las primeras cosas que escribí fueron cuentos en los que se intentaba dar respuesta a estas preguntas. Ahora bien, el interés por este tipo de problemas, que son el tipo de cosas con que te topas por donde vayas, así como la decisión de darle forma narrativa a las respuestas que inventaba para esos problemas, sólo se explica en función de algo que persistía, de una tendencia. Yo me fui del Perú apenas terminé el colegio, con la idea de estudiar una carrera de ciencias. De hecho, me habían dado una beca para estudiar ciencias de la computación. La literatura no jugaba un papel central en mi vida, pero era algo que siempre había estado allí. Podría decir que había una inclinación, me gusta mucho esa palabra. En el colegio escribía cosas, nada muy serio, pero sí leía bastante en los veranos, para matar el aburrimiento los días de semana, que era cuando no había nadie en la playa, libros que mi madre me pasaba. En la universidad, al año de haber comenzado la carrera, me di cuenta de que las ciencias de la computación no eran lo mío. Había que pasarse la noche en el laboratorio, comiendo papitas y escribiendo instrucciones en un lenguaje que no te permitía la menor desviación, el menor alejamiento —para hablar otra vez de inclinaciones— de ciertos parámetros establecidos. Si no seguías las reglas el programa no corría, punto. En ese momento eso no me gustó, y decidí probar otras cosas. Curiosamente hoy creo que podría seguir la carrera, que al fin y al cabo puede verse como una rama de la lógica, que no es sino una especie de juego. En fin, no estaba muy contento y alguien me sugirió que me inscribiera en un seminario que daba una profesora, Beatriz Pastor, de la que me habían hablado maravillas. Beatriz nos hizo leer toda una serie de cosas que por esa definición tan estrecha que yo manejaba de lo que era la literatura, una definición heredada de las clases de lenguaje en el colegio, jamás se me habría ocurrido que podían ser literatura, más que nada textos de la época del Descubrimiento y la Conquista, cosas que en ese momento yo habría pensado que pertenecían a la historia: las cartas y los diarios de Colón, incluyendo el librito de las profecías; las Cartas de relación de Hernán Cortés y la crónica de Bernal Díaz, la carta que Lope de Aguirre le escribe al rey Felipe. Son textos no sólo muy bellos, en especial los diarios de Colón y la carta de Aguirre, marcados por una constante preocupación por lo desconocido, sea bajo la forma de la isla que se aproxima, como se ve en Colón, o de la soledad y la locura si hablamos de Aguirre. En ese sentido creo que son más literarios que muchos otros textos un poco más conscientes de su literariedad, y por eso no dudo en asignarles ese valor inaugural en lo que ha sido, y sigue siendo, mi formación. Empecé leyendo esas cosas y ya no paré ni de leer ni de escribir. En fin, eso también fue un azar, pero en la medida en que representaba un alejamiento de una disciplina más lógica, fue también un movimiento hacia, es decir una inclinación, una manifestación más de una tendencia, una persistencia de un interés que siempre tuve. Fue justo después de ese curso, en las vacaciones, que mi hermano vino con esa adivinanza y que a partir de esos ejercicios empecé a contemplar, seriamente, la posibilidad de un proyecto a largo plazo.


Luego de leer tu novela tuve la sensación de que estaba ante un texto muy ambicioso. Una de las características es la falta de un espacio empírico de ficción, la misma está escrita en el soporte realista pero con muchos recursos narrativos que rozan lo lúdico, y a medida que vamos avanzando, la novela crece en volumen e intensidad. Es una historia compleja, sin duda. ¿Cómo nació esta novela?, ¿cuánto tiempo te llevó escribirla?

Comencé a escribir la novela en Reijkavik. Estaba allí con un amigo islandés que preparaba una adaptación de la saga de Egil. Te digo esto porque ese principio, las circunstancias de ese comienzo, son para mí muy simbólicas. Islandia fue siempre para mí el fin del mundo, un espacio abstracto. Podría decirse que esa ausencia de lo empírico estuvo allí desde el principio, en el espacio en que nació la novela, y que luego se fue convirtiendo en una suerte de exigencia, y en una aspiración ya más concreta. El asunto como tal surgió a partir de una imagen que no me podía quitar de la cabeza y que, curiosamente, conforme la novela fue creciendo, si bien fue el pretexto en el sentido literal de la palabra, terminé por desechar. De alguna manera al abandonar esa imagen que había puesto en marcha el mecanismo estaba abandonando también lo empírico, por lo menos en lo que a la génesis del proyecto se refiere. Entonces esa renuncia a lo empírico siempre estuvo allí, tanto en el lugar en el que empecé a escribirla como en eso que dio lugar al proyecto, aquello que puso en marcha el proceso. Desde ese momento mi meta fue serle fiel a ese principio a pesar de las dificultades que me fueran saliendo al encuentro. Una de ellas, quizá la más grande, es que la novela te exige un sustrato empírico. Por suerte se trata de un género bastante flexible, pero una de las cosas que sí te exige es eso. Puedes eludir o negar esa exigencia, o puedes tomar la decisión de no complicarte la vida y anclar lo que estás haciendo en algo, el hecho es que al final esa exigencia está allí. Y yo mientras iba avanzando y la cosa iba creciendo me di cuenta de que no podía continuar si no hacía una serie de concesiones, si no dejaba que la realidad ingresara en el espacio de la novela. De otra manera la novela habría colapsado. La necesidad de hacer una serie de concesiones se ve, precisamente, en la elección de un soporte realista. Lo lúdico yo lo veo como una salida del realismo, una suerte de regreso a esa intransigencia original. Nuevamente hablaría de tendencias, de inclinaciones. En mi caso la inclinación es siempre hacia lo abstracto. Allí me siento seguro, siento que puedo desenvolverme con calma. Te confesaré que a veces pienso que la novela no es capaz de aguantar esa inclinación. En ese sentido me parece interesante que hables de soportes. Yo diría que la novela en sí, lo que entendemos por novela, es un soporte. Entonces la pregunta es, precisamente, qué tanto puede soportar la novela. Y si la novela no soporta una tendencia, no es la tendencia la que tiene que claudicar, sino la novela. Es decir, hay que ver hasta qué punto un soporte es capaz de soportar una tendencia. Ése fue el ejercicio que yo me propuse con La evasión, ver hasta qué punto soportaba la novela una tendencia que le es opuesta. Es mi forma de no sentirme cómodo, de otra manera no podría continuar. El ejercicio puede prolongarse indefinidamente. Si la novela me tomó dos años y no más, fue porque al final fui yo quien no soportó más.

¿Encuentras algún enlace de La evasión con alguna novela peruana reciente, o estos enlaces apuntan a alguna novela de nuestra tradición literaria?

Me han dicho que entre La evasión y Hotel Europa, de Luis Hernán Castañeda, hay varios puntos de contacto. Lamentablemente, todavía no he podido leer la novela de Luis Hernán. Pero no me sorprende que me hayan dicho eso, siendo el título de la anterior novela de Luis Hernán Casa de Islandia, y habiendo yo empezado el libro en Reijkavik. Sin duda —y esto me lo han comentado varias personas— el libro le debe muchísimo a La casa verde, de Vargas Llosa. Pero eso es lo que me han dicho, mientras que tu pregunta me parece que va por otro lado, por lo que veo yo allí. El libro que yo más tenía presente mientras escribía esta novela fue El obsceno pájaro de la noche. Todo el tema del encierro y el deseo de evasión al que alude el título viene de allí. También yo veo la presencia de Sarduy, que siempre me ha gustado. Las plumas de la corona de la Juglaresa son las plumas que dan inicio a De donde son los cantantes: «Plumas», comienza el libro, «sí». También en esa novela, además de Auxilio, está Socorro, que es el nombre de una de las protagonistas de mi novela. Hace un rato hablaba del juego. Lo que hay es un repertorio, que uno va creando a partir de ciertas lecturas, y luego lo que uno hace es jugar. ¿En qué consiste el juego? En combinar todas esas cosas.

Las mujeres. Aquí hay una buena variedad de personalidades que se fusionan bajo el hilo conductor del erotismo, en algunos casos abierto, en otros mesurado y en otros muy escondidos. ¿Cómo delineaste a estos personajes?, ¿cuán difícil es abordar el mundo de la mujer?

No es difícil de abordar, por una serie de razones. En primer lugar, porque es un placer. Y es un placer precisamente porque todo queda en especulación. A lo que voy es que lo abordo sin pretender ser fiel a la realidad, lo que sea que esa palabra signifique. En ese sentido el mundo de la mujer, su representación, es para mí una versión condensada de lo que es escribir: asimilar lo desconocido a través de la especulación. Pero eso se aplica a la representación en general, y no solamente al mundo de la mujer. Pero sí, las mujeres me fascinan, sobre todo cuando hablan entre ellas. Calculo que del tiempo que paso despierto las tres cuartas partes me la paso hablando con mujeres. La otra razón por la que no es difícil es que a la hora de la hora todas son versiones de una misma mujer. Lo cual no quiere decir que todas sean iguales. Todo lo contrario.

Combinar un buen argumento con una prosa cuidada y estética es de por sí meritorio. Tu novela cumple con esto, pero indudablemente la intensidad amparada en un logrado estilo se siente con fuerza en FRAGMENTOS DE UNA FLORALIA, CELEBRADA EN EL CASERÍO DE JABONILLAL, EL 13 DE MAYO DE 1987. ¿Me equivoco si te dijera que eres un escritor de estilo y no de asunto?

Esos fragmentos fueron de lo último que agregué a la novela, son la conclusión de esa larga serie de decisiones que es todo libro. No tenía una idea bastante clara de lo que debía ser una floralia, ni quería que estuviese tan claro en qué podían consistir, pero sí sabía que tenían que girar alrededor de un discurso. Lo que se ensaya en esos fragmentos es la narración un poco caótica de un proceso inmanente, que encuentra su justificación en sí mismo: en concreto, la evolución de un organismo, sus distintas metamorfosis a lo largo de un proceso cerrado pero infinito —¿no es esa una de las 3 formas posibles del universo?— de creación y destrucción. Estos procesos que han perdido un referente que los trascienda y que como resultado de esa pérdida están como cerrados en sí mismos son lo que a mí más me interesa. Es una posible definición de lo que es el juego y, en cierto sentido, una forma de pensar en lo que es la creación artística. No es casualidad, entonces, que sea allí donde se despliegue una búsqueda puramente estilística, una búsqueda puramente formal. Al fin y al cabo el estilo es eso, una larga metamorfosis que, como su nombre lo indica, tiene un componente plástico muy fuerte. Para mí el asunto es un pretexto, en ese sentido creo que sí, que me inclino más por el estilo que por el asunto.

He tratado de encontrar un posible lugar geográfico en el que quizá se puedan dar los pormenores de tu novela. Por un momento pensé en los balnearios del norte peruano, pero aguzando un poco más la percepción apuntaría más a un balneario tropical ni bien leo la referencia a Matanzas. Matanzas es un lugar paradisíaco en Cuba.

Si bien todos los nombres que encuentras son parte de la geografía del norte del Perú, incluyendo el de Matanzas, no hay fidelidad topográfica ni nada que se le parezca. Al comienzo intenté usar un mapa, pero luego vi que ciertas distancias podrían cubrirse en 5 horas y no, por ejemplo, en las 15 que requería el argumento. Así me fui apartando de los mapas, que al final terminé corrigiendo un poco. No he ido nunca a Cuba, a pesar de que me muero de ganas, pero Matanzas ocupa un lugar primordial en la geografía de Lezama, autor al que leo y releo.

No sabía que existiera una Matanzas en el norte peruano. Lo pongo en mi agenda de verano. Y has mencionado a un autor clave: Lezama Lima. Y supongo que en tu inconsciente creador estuvo presente Lezama Lima. Asocio a Donoso con la atmósfera de tu novela y a Lezama con la elasticidad del lenguaje que empleas en ella. No sé cuán cierta pueda ser esta impresión mía.

Según un mapa viejo que consulté, Matanzas existe. Nunca he estado allí ni he oído a nadie hablar de un sitio con ese nombre, pero me fío de los mapas. En cuanto a lo otro, es verdad que debí de haber mencionado a Lezama cuando hablaba de influencias. Que lo haya dejado de lado dice mucho de la influencia que es capaz de ejercer. Hablo del tipo de influencia. No es una influencia intelectual, basada en temas o en conceptos, en motivos que se pueden delinear, recortar, visualizar, incluso en atmósferas, cosas que se pueden aprehender. Se trata en cambio de una influencia que opera en otro nivel, en una mímesis como la de esos animales que se camuflan asumiendo los colores del ambiente en el que están. Lezama te posee, te atraviesa. Es porque, en el fondo, lo que hay en Lezama es una respiración, una emanación. Me parece sumamente interesante que hables de elasticidad, nunca había pensado en su lenguaje en esos términos, pero creo que esa caracterización enlaza perfectamente con el asunto del soporte, que discutíamos hace un rato. La elasticidad del lenguaje de Lezama es el resultado de un largo estiramiento. Hay toda una serie de relatos breves que Lezama escribía con el fin de soltar la pluma, esas eran sus palabras. Y yo creo que Lezama tenía una idea de la literatura como ejercicio, en el sentido más elemental de la palabra. En esos relatos breves ves como un calentamiento para los ejercicios de estiramiento que eran sus novelas. Y esos estiramientos culminan, claro, en una elasticidad, en una flexibilidad que al nivel de la frase refleja la flexibilidad al nivel del soporte, su elasticidad. ¿No dicen que los materiales más resistentes, los que más soportan, son los más flexibles, los más elásticos? Cuando ejerces presión sobre el soporte y tienes la suerte de no quebrarlo, acabas con un soporte más flexible, igual que un músculo. En ese sentido creo que tienes razón, la elasticidad de Lezama me atrae y la intento reproducir porque lo que se está estirando, lo que se está volviendo elástico, es ese soporte del que hablábamos antes.

¿Cuál fue la etapa más ardua cuando estabas en pleno proceso creativo de La evasión?

Creo que cuando estaba por la mitad, y la novela crecía y crecía pero sin ir para adelante, crecía lateralmente, engordaba y engordaba y no había forma de que no. La culpa la tuvo un afán, muy peligroso, de exactitud, el malestar que podía sentir ante la posibilidad de no ser lo suficientemente escrupuloso, de no ser capaz de dar cuenta de todo. Después me di cuenta de que las omisiones son igual de importantes, que el lector es capaz de navegar los hiatos por sí mismo y que es incluso allí, en esas lagunas, donde la imaginación se activa. Eso sí, se omite algo que antes estaba allí. Añades, quitas, y eso que quitas se afantasma, queda por allí dando vueltas, y la imaginación lo capta, aunque no esté allí en cuerpo presente. Si no se pone y luego se quita, sino que simplemente no se pone y punto, entonces sí que no hay nada. En ese sentido ese estancamiento, y la acumulación a la que dio lugar, fueron muy productivos.

Y ahora que conocemos La evasión, ¿sientes que en el proceso de quitar y añadir terminó quedándose algo?

A veces me parece que todavía hay demasiado, que podría seguir quitando y quitando. Pero creo que ese impulso es lo opuesto del estiramiento del que hablábamos antes, es la contracción de lo que se ha estirado demasiado. Por eso no le hago caso.

Con relación a los personajes masculinos tengo la sensación de que son enajenados. Están en constante huida. Dependen mucho de las mujeres. ¿Cuál es la idea que manejaste para esgrimir a los personajes masculinos en tu novela?

Están todos opacados por mujeres que, a diferencia de ellos, tienen gran libertad para desplazarse y algo así como un dominio más cabal, una posesión más plena, de los signos. Los hombres están llenos de miedos y de complejos o de ciertas fantasías que los hacen felices pero que al final son una manifestación más de su soledad. Viven más hacia adentro, sumergidos en los pantanos del pensamiento, mientras que la vida de las mujeres está orientada un poco más hacia afuera. Se trata, nuevamente, de tendencias, de inclinaciones, y creo que yo participo de ambas.

Cambiemos de tema. Hablemos un poco de lo que ocurre en USA. Como sabes, empieza a cobrar auge la literatura escrita por inmigrantes. Y luego de leer La evasión, en la que nos topamos con un lugar indeterminado, con personajes que buscan darle sentido a sus búsquedas, par de características, no las únicas, de este primer libro tuyo, pero que de alguna u otra manera está enlazada con la temática de la literatura escrita por inmigrantes. ¿Cómo ves este fenómeno?

No pienso en mi novela como parte de la literatura escrita por inmigrantes porque no me considero un inmigrante. Quiero decir que siempre he visto mi estadía en Estados Unidos como algo transitorio, como una fase, mientras que para mí el inmigrante es quien se desplaza para echar raíces en otro lugar, poca gente emigra con la idea de que en diez años tendrá que repetir el proceso. Quiero decir que mis desplazamientos no han implicado, ni implicarán, un compromiso a largo plazo. Ahora bien, la inmigración no es sino parte de un fenómeno más amplio, el de la migración en su sentido más elemental, sin prefijos que indiquen que el movimiento es hacia adentro o hacia afuera. Lo que importa es el movimiento, el hecho mismo del desplazamiento. Creo que lo que hago sí que enlaza con esa problemática, que cada vez me interesa más. Hace unos meses leí en Hueso húmero una nota de Julio Ortega en la que hablaba de una migración transfronteriza y postnacional, hecha únicamente de filiaciones y de afectos, y que tendría como condición la extranjería, concebida como un puro tránsito. Me acuerdo de una frase muy linda: «Los objetos culturales pierden información al ser leídos como productos de origen, pero adquieren nueva reverberación si son leídos en su despliegue». Se vuelve cada vez más necesaria una lectura que tenga en cuenta el despliegue, la trayectoria de las diferentes fuerzas que convergen en la producción artística. Y, también, una idea más elástica de lo que es la creación, más abierta a ese despliegue inherente a toda actividad espiritual. Me parece que la palabra exacta que Ortega usaba era expansiva, que hablaba de una lectura expansiva. Y el espíritu no es sino eso, pura expansión, pura dilatación. Lo dice Santa Teresa en El castillo interior, uno de los libros que siempre releo. Ahora bien, Santa Teresa, para complacer a los inquisidores, prefiere olvidarse de esa expansión y hablar del alma como un castillo. La arquitectura es, precisamente, lo opuesto de esa expansión que es, a su vez, una de las formas del goce, del éxtasis. Santa Teresa, aterrorizada, tiene que sacrificar el éxtasis y erigir, en su lugar, una fortaleza. Lo mismo hacen los que intentan fijar esos procesos, los que los leen como productos de origen. Crean castillos, estructuras, allí donde sólo hay movimiento. Es un proceso inquisitorial. Creo, junto con Ortega, que se puede ganar muchísimo si comenzamos a pensar en la producción y en la recepción de la obra en términos de su despliegue. Creo que a eso es a lo que apunta la literatura producida por esa migración.

¿Qué autores jóvenes en Perú son los que te llaman la atención?

He leído solamente a Ezio Neyra, de quien soy muy amigo. Creo que lo que hace Ezio es un buen ejemplo de lo que recién hablábamos, una literatura pensada en términos de su despliegue. También he leído a Mario Bellatin. No he leído nada más de lo que se podría considerar literatura escrita por jóvenes.

O en caso contrario, algún autor contemporáneo que estés leyendo o que hayas leído y te llame en especial la atención.

Me ha gustado lo que he leído de Rubem Fonseca, César Aira me parece divertidísimo, leí unos cuentos de Fabio Morábito que me gustaron. En realidad, no conozco mucho a los autores contemporáneos. Las cosas que me jalan suelen ser más viejas.

¿Podrías hablarnos del proyecto literario en el que estás?

Dedico casi todo mi tiempo a mi tesis doctoral, que explora la cuestión de los nombres —nombres divinos, nombres propios, nombres comunes— en la obra de Fray Luis de León y el Inca Garcilaso. También estoy escribiendo un largo ensayo sobre la arquitectura basado precisamente en Santa Teresa. El resto del tiempo lo tengo dedicado a una novela sobre el tráfico de especies en extinción, que estoy escribiendo en inglés.

Esta entrevista a Christopher van Ginhoven apareció en www.letras.s5.com . Próximas entrevistas: Pablo de Santis (Siglo XXI) y Leonardo Aguirre.

viernes, agosto 18, 2006

Roberto Bolaño


Últimamente se está hablando más de la persona de Bolaño, y para desgracia, no de sus libros. Es así que comparto este video que muestra la entrevista que Bolaño ofreció a una cadena televisiva chilena. La imagen no es muy nítida, pero a los que quieran bajar el video lo pueden hacer yendo a www.es.arcoiris.tv .

¿Vitalistas y Metaliterarios?

Siempre es bueno hablar de lugares comunes, siempre: toda experiencia libresca es una experiencia vital, y toda experiencia vital es también una experiencia libresca cuando se escribe un texto en pos de una estructura literaria. Esto a razón de un post en Puente Aéreo en el cual me divertí muchísimo. Si la memoria no me falla, aquel post fue en marzo o abril. Pero en fin, eso es lo de menos.
Y como siempre se intenta etiquetar a los integrantes de generación alguna con taxonomías que intenten explicar en algo su base y desarrollo, entonces esta no ha es la sido la excepción. Sin embargo; la misma yace en un error de apreciación –por no decir estupidez- al querer encontrarse, en apariencia, una división entre escritores metaliterarios y escritores vitalistas. Como al parecer está de moda llamarnos.
Es todo un alarde de desfachatez el querer ejercer divisiones cuando la mayoría de nosotros aún estamos en vías por consolidar una voz propia y un tema narrativo, aunque es preferible –de lejos- que se haga esta clasificación a que se caiga en esa taradez que significó la insulsa polémica entre escritores "andinos" y escritores "criollos".
Esta clase de locuras arbitrarias tendrá alcances limitadísimos. La literatura siempre ha sido un laberinto -o gran laberinto- con un sin fin de conexiones por los que andan los libros escritos y los que aún faltan por escribirse (obvio); la literatura es un eterno encuentro. Los libros no se escriben solos (de hecho): todo libro encierra muchos libros, y cada uno de estos junta diversas experiencias de vida en las que descansó su concepción. Por ello, no existe cosa más endeble que la dicotomía de metaliterario y vitalista.
Y repito: ese post en Puente Aéreo sí estuvo bastante caliente.

miércoles, agosto 16, 2006

Entrevista: Guillermo Martínez


“En la literatura deben buscarse conexiones más ligeras, sugestivas e “imprevisibles” que los conectivos lógicos”

Eres doctor en Matemáticas y también escritor. ¿Cómo fusionas estas áreas, en apariencia, muy distintas entre sí?, ¿qué llegó primero a tu vida: la literatura o los números?

Si bien es cierto que llegué a doctorarme en matemática, la literatura estuvo desde mucho antes en mi vida, desde la infancia. Mi primer libro de cuentos lo terminé antes de los 19 años, cuando todavía ni siquiera se me había cruzado la posibilidad de estudiar matemática (y me hubiera extrañado muchísimo si alguien me mostrara ese futuro). Casi podría decir que la matemática fue un accidente, o un desvío que proseguí durante muchos años.
En general concibo mis novelas como si fueran cuentos, esto fue también así en el caso de Acerca de Roderer, que es un texto a mitad de camino entre el cuento y la novela. Creo que hay en estas formas breves algo del rigor y el laconismo que suele asociarse al pensamiento matemático. Pero no diría de ningún modo que hago alguna suerte de “matemática aplicada”. La matemática me ha dado en todo caso el conocimiento de algunos ámbitos, algunos personajes, algunos temas, de la misma manera supongo, que la actividad de la pesca pudo haber influido en la literatura de Hemingway.
Lo que sí he percibido, y escribí algunos artículos respecto a esto, es que hay una analogía bastante estrecha entre el modo de concebir la solución de un problema en matemática y su posterior codificación por escrito en ese texto que se llama demostración y la manera de imaginar en literatura y su posterior codificación por escrito en esos textos que llamamos cuentos o novelas. En cuanto a predilecciones estéticas, soy como lector bastante más amplio y admiro también muchísimo a otros autores “abigarrados” o digresivos, como Svebo, Proust, o el que es mi preferido de todos los tiempos, Henry James, que participa a la vez de los dos mundos.

Hay casos de escritores de formación multidisciplinaria, cada uno de ellos tiene su propia manera de conjugar, en algún momento de la escritura, dichas fuentes intelectuales. ¿ Tus textos tienen alguna fórmula matemática por el que te mueves a la hora de estar embarcado en algún cuento o novela?

Lo único parecido a una fórmula es el recuerdo de unas calificaciones que nos daba mi padre (él mismo un escritor muy prolífico) a mis hermanos y a mí en concursos literarios de entrecasa. Nos calificaba según Originalidad, Imaginación, Redacción… Para mí todavía estas tres cualidades son requisitos que busco en mis obras, con la sustitución un poco más pedante, pero equivalente en el fondo de “redacción” por “escritura”. Y quizá el rastro matemático tiene que ver con la búsqueda de cierta transparencia o claridad o “necesidad” en esa escritura.

Sabemos que tu primer libro de cuentos, La jungla sin bestias, lo escribiste entre los catorces y diecinueve años. Axiomáticamente, vemos una precocidad por el mismo acto de escritura. Con dicho libro ganaste el premio Roberto Arlt en la categoría juvenil. Como persona, ¿qué cosas llegaste a sacrificar, vitalmente hablando, en pos del acto de escribir?

No puedo decir que haya sacrificado nada “en pos de escribir” será por eso que mi obra es todavía bastante escasa. Hice muchísimas otras cosas en mi vida, desde la política al tenis y otros deportes. Aunque es verdad que escribo desde muy chico y que con sus intermitencias nunca dejé de hacerlo, le dedico muy poco tiempo diario. En este momento he logrado disciplinarme durante unas tres horas diarias, y es lo máximo que puedo lograr de concentración. En todo caso invertí muchísimo más tiempo en mis actividades matemáticas, porque hay algo también del pensamiento matemático (emparentado al juego de ajedrez) que permite recorrer árboles de ramificaciones de distintas alternativas. El pensamiento en matemática está más “sostenido” en la estructura lógica. En la literatura deben buscarse conexiones más ligeras, sugestivas e “imprevisibles” que los conectivos lógicos. Por eso digo a veces que la literatura es más bien un acto de vigilia, a la espera de que aparezcan estas conexiones.

En tu novela, Acerca de Roderer, vemos influencias que recogen mucho del mito de Fausto, en relación a la búsqueda del conocimiento a como de lugar. Sumándose también la novela de formación. ¿Qué escritores son los referentes indiscutibles en lo que vienes escribiendo hasta la fecha?

Borges, Henry James, Thomas Mann, Truman Capote y en realidad muchísimos otros porque la escritura es un precipitado de la lectura.

Tanto en Acerca de Roderer y Crímenes imperceptibles (ganadora Premio Planeta 2003) está presente el Teorema de Godel. ¿ Qué es lo fascinante que encuentras en este teorema como para que indiscutiblemente estén en dos novelas tuyas?

Recuerdo que mientras escribía Acerca de Roderer yo estaba muy orgulloso de la variante que se me había ocurrido a través del teorema de Gödel, como arma del Diablo para limitar y “desordenar” el conocimiento humano. El teorema de Gödel puede verse como un límite a la pretensión formalista de corroborar la verdad matemática a partir de axiomas bien delimitados y pasos lógicos milimétricos que puedan ser verificados de manera mecánica por una computadora. El teorema de Gödel dio por tierra con este formalismo estricto de tipo “finitista” y en ese sentido parece una burla del diablo para introducir un elemento de tiniebla en los razonamientos matemáticos. En Crímenes imperceptibles el teorema juega de otra manera, para dar pie a distintas analogías y diferencias entre el pensamiento lógico y la criminología. En cualquier caso el teorema de Gödel se ha convertido en un fetiche de la posmodernidad y en cliché de analogías burdas y erróneas: me interesaba tratar de recuperarlo literariamente con un poco más de rigor y seriedad.

En Borges y la matemática reuniste ensayos en torno a la figura de, quien para mí, es el más grande escritor en lengua castellana en el siglo XX. ¿Qué es lo que te llevó a hurgar en su obra?, ¿cuán vivo sigue siendo su legado?

Uno de mis primeros cuentos durante la adolescencia se llamaba Peón cuatro rey y era una copia admirativa de algunos de los clichés borgeanos. Como dije alguna vez, creo que tanto Borges como Cortázar están de distintos modos en los genes de los escritores argentinos contemporáneos, más allá de rechazos y apropiaciones teóricas. Pero yo no lo siento de ningún modo como un peso, o como una sombra de la que es preciso desembarazarse. Creo que Borges le da un piso de profundidad a la literatura argentina, un requisito de exigencia. Fue además un gran maestro y guía de lecturas.
En cuanto a la relación con la matemática, yo escribí todo un libro al respecto, que es difícil resumir en una respuesta. Más allá de los rastros de ideas matemáticas que dieron origen a algunas de sus ficciones (notablemente La biblioteca de Babel, El libro de arena, El disco, La lotería de Babilonia, La muerte y la brújula, Del rigor en la ciencia, etcétera), yo señalo algunos procedimientos narrativos similares a los del matemático que se propone estudiar un conjunto de ejemplos. En muchas de las ficciones borgeanas se comienza con un acopio de versiones y ejemplos en distintas literaturas de una misma idea, como si Borges quisiera capturar una forma esencial detrás de estas variantes. A continuación, como destilación, o como otro avatar, para usar una de sus palabras, Borges suministra su propia ficción, su ejemplo crítico, que lleva en sí a la vez lo particular y lo general. En esta relación de tipo platonista y cuasi matemática entre lo genérico y lo concreto está toda la tensión de la narrativa borgeana.

Hablemos de Crímenes imperceptibles, esta novela-enigma. ¿Cómo concebiste esta historia?

Concebí gran parte de Crímenes imperceptibles en el avión que me traía de regreso a la Argentina en 1995, después de dos años de residencia con una beca en Inglaterra, cuando ya las islas empezaban a entrar en esa otra bruma que es la memoria y que es lo perdido. Como siempre, se me ocurrió primero el final, que sería poco recomendable que revelara aquí. Sabía que mi detective sería un lógico eminente, Arthur Seldom, que ya había aparecido fugazmente en mi primera novela Acerca de Roderer. Sabía que el otro protagonista, un estudiante argentino -mucho más joven de lo que yo era entonces- también se correspondería parcialmente “sin pérdida de continuidad” con el narrador sin nombre de esa novela. Quería que la forma de analizar los hechos estuviera penetrada por la práctica matemática y que el “modo de ver” representara algo nuevo con respecto a esa otra serie cuyos términos más obvios son Dupin, Holmes, Poirot. En algún momento, dentro de la novela, se sostiene que cuando el criminal es verdaderamente inteligente, lo importante no es la investigación que pueda hacerse de los hechos hacia atrás –se le concede al asesino que habrá preparado suficientemente el crimen para no dejar cabos sueltos- sino las trampas sucesivas que deben tenderse hacia adelante, el análisis de la vida posterior, “en lo sucesivo”, de quien ha cometido un crimen. Esto tiene algún paralelo con los métodos de refutación en teorías lógicas y en paradigmas científicos.

Estuviste becado en Oxford. Como la realidad y la ficción se alimentan recíprocamente, ya sea en cuento o novela, me gustaría saber si llegaste a conocer a una persona tan paradigmática como el profesor Seldom, protagonista de la novela.

Arthur Seldom está basado en cuanto a su apariencia física y su cordialidad en el gran lógico escocés Angus Macintire, que dirigía el seminario de Lógica mientras yo estuve allí, tal como aparece en la novela. Las teorías sobre la conexión entre la lógica y la física subatómica tienen que ver con ideas que desarrolló el matemático Gregory Chaitin.

El profesor Seldon declara esta frase realmente de antología: “El crimen perfecto, escribe, no es el que queda sin resolver, sino el que se resuelve con un culpable equivocado”. ¿Concibes de esta manera este thriller matemático que es Crímenes imperceptibles?

Esa frase es un anticipo de lo que va a suceder luego en la novela. El caso se cierra para los investigadores con un culpable equivocado. Los lectores conocen otra versión de los mismos hechos.

¿En qué proyecto narrativo estás trabajando en estos momentos?

En una novela donde hay crímenes, escritores y cierta presencia del Mal: la reunión inesperada de los mundos de mis tres novelas anteriores.

Esta entrevista a Guillermo Martínez apareció en el diario Siglo XXI de España

martes, agosto 15, 2006

Luis Buñuel - El perro andaluz, 1928

sábado, agosto 12, 2006

Francisco Umbral sólo quiere hablar de su libro.

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jueves, agosto 10, 2006

Entrevista: Ezio Neyra Magagna

miércoles, agosto 09, 2006

lunes, agosto 07, 2006

Coincidencias insultantes

Hagámonos una pregunta: ¿Quién es el administrador del blog más calumnioso y sucio de la blogósfera peruana?

Si siguiéramos el consejo de los liberales del ciberespacio, tal pregunta carecería de interés, porque ellos suponen que el ciberespacio es un reducto de libertad en donde toda forma de expresión es legítima. En efecto, hay quienes piensan que si el principio que rige las actividades de comunicación a través de medios nuevos como los blogs es la libertad, no hay duda de que en el ciberespacio cada quien puede hacer lo que mejor le parezca, incluso si ello implica la calumnia, el insulto rastrero y la expresión de los más viles prejuicios sexuales y raciales.

Pues bien, supongamos que asumimos que la libertad esté por encima del derecho de las personas a no ser agredidas verbalmente ni ser calumniadas. Supongamos que el principio de “todo vale” es el único que asegura que todos podamos utilizar las herramientas tecnológicas contemporáneas de manera absolutamente libre y productiva. La pregunta es si acaso esas personas agredidas y calumniadas no tienen el derecho de buscar por sus propios medios conocer la identidad de quienes están detrás de esos insultos y de esas calumnias. En otras palabras ¿solamente el agresor está amparado en su derecho a decir y hacer lo que quiera?, ¿acaso sus víctimas no tienen el mismo derecho? A mí la respuesta me parece obvia: los insultados, agredidos y calumniados en los llamados “blogs alternativos” que en realidad no son sino cloacas donde se depositan resentimientos, envidias y expresiones saltantes de sentimientos e ideas primitivas tienen derecho a saber y a averiguar por sus propios medios (ya que no hay otra manera) si la persona que administra ese pozo asqueroso no es quizá algún “amigo” que te sonríe y te saluda o que se muestra de otra manera cuando usa su nombre. El que agrede sin dar la cara lo hace con cobarde ventaja, no lo olvidemos. Porque él puede insultarnos, pero nosotros no. Él puede hacerse pasar por el guardián de nuestra moral, pero nosotros no podemos saber cuáles son sus propias miserias. Yo reclamo el derecho de saber quién me insulta para tener la posibilidad de responder a su cobarde gesto con mi repudio.

Supongo que saben de lo que hablo. Desde hace unos meses estamos siendo testigos de las infamias que se publican en una letrina de blog que obedece al nombre de Puerto el Hueco. Uno de los puntos que caracterizan a este centro que acrisola las envidias, complejos e invectivas es su enlace temático con otro blog que aspira a ser informativo, que intenta generar polémica y que, a como de lugar, busca ser el centro de atención. Me refiero a Luz de Limbo, del poeta y periodista Víctor Coral. Las coincidencias a las que me refiero son tan notorias que dejan muy poco lugar a la duda. Y digo esto sabiendo muy bien que mi nombre ha estado asociado al suyo por mucho tiempo. En más de una ocasión he aparecido como colaborador de Luz de Limbo y por muchos meses me unieron a Víctor las afinidades literarias y la amistad. La amistad, ciertamente, es una forma de relación que nos permite pasar por alto los defectos ajenos. Yo no puedo cometer ahora la vileza de negar que Víctor era mi amigo. Por mucho tiempo fue así, pero a medida que pasaban los meses y la locura de los blogs basura estallaba, se iban acumulando varios detalles que me llevaron a una conclusión: quien yo veía como un amigo era a su vez el administrador de un blog dedicado a insultar con alevosía y con procacidad a mí y a muchas personas, algunas conocidas por mí y otras desconocidas, algunas, además, muy queridas por mí, algunas otras, desconocidas pero respetadas; todas ellas, incapaces de responder a ataques abusivos y viles, nacidos del más oscuro resentimiento. Si escribo esto, es para reivindicar a esas personas y disculpar el hecho de no haberme dado cuenta antes. Quiero señalar algunos de esos indicios que me llevan al nombre de Víctor Coral.

1. La obsesión con la violencia política. No es desconocido para nadie que Víctor Coral tiene una fijación muy especial con este tema delicado. Cada post suyo en relación con este asunto es inmediatamente posteado en Puerto el Hueco. Y en ambos terruños virtuales se observa el mismo espíritu calumniador. Si en Puerto el Hueco vemos la difamación sin ninguna clase de escrúpulos, en Luz de Limbo la vemos de manera más solapada, pero irrefutablemente hiriente para las personas aludidas. Y gracias a esta ojeriza que apunta más a cualquier clase de suspicacia ligada al despecho, hemos llegado a conocer a los “enemigos ideológicos” de este poeta.

2. Ofensa hacia los amigos muertos. En el post ¿Hicimos tanto ruido? se pega un texto de la poeta Roxana Crisólogo. No nos vamos a detener en los aciertos y fisuras de las ideas de la poeta. Lo realmente execrable es la leyenda de la foto, en la que el blogger no duda en pasar por alto la memoria de Josemári Recalde. Esto, llevado a cabo con el ánimo de fastidiar a como de lugar a sus “enemigos”. Hemos leído y escuchado varias veces cómo Coral expresaba su amistad con este poeta fallecido; por lo tanto, no entendemos el por qué jugar así con la honra y el recuerdo de alguien que ya no puede defenderse. Coincidentemente, este post es rebotado en Puerto el Hueco. Y coincidentemente, los comments siguen la misma línea difamatoria que solapadamente se deja ver en Luz de Limbo.

3. Tolerancia a la clonación de identidades conocidas. La mejor manera de darle credibilidad a un blog es a través de la autenticidad de las personas que quieran expresar un comentario y, aunque no muchas veces es seguro, por lo menos una cuenta blogger ayuda en algo a poder identificar a las personas. Desde que Coral decidió abrir la opción de comentarios en Luz de Limbo, los lazos de hermandad con Puerto el Hueco son más que evidentes. Lo que acentúa aún más la sospecha es esa manía de copiar textos de cuentas bloggers para insertarlos en anónimos con el afán de crear falsas polémicas, tal y como se dejó ver en Santiago Roncagliolo hoy en RPP y en la feria. Y esto nos lleva a sindicarlo como el responsable de la clonación que sufrió la poeta Erika Almenara en su cuenta blogger. Hemos visto en el post titulado Indignación la queja del blogger sobre el “inmoral clon”, pero lo que realmente sorprende es que pese a esta aclaración Coral no haya sacado hasta la fecha esa execrable suplantación que está en Entrevista sobre Rito de Paso en La Primera.

4. Autoelogio. En un verdadero ejercicio de ficción vemos en Luz de Limbo el post titulado Sobre realismo y la literatura fantástica. En los comments aparece un tal “Óscar” que le hace llegar su inquietud al blogger, y este, responde desde un anónimo con un “Hola Óscar, claro”. Y valgan verdades, yo he llegado a ver en manos del mismo Coral el libro que su creación anónima recomienda.

Todos sabemos que en Luz de Limbo existe la opción “ Moderación de comentarios” y todo blogger responsable siempre tiene que asegurarse del comment que será publicado. Esta es una muestra tangible para diferenciarse de blogs tan infames como Puerto el Hueco. Diferencia que para Coral es sumamente deleznable y, por lo tanto, no es una locura pensar que sea él el responsable de la administración de este par de blogs.

Y a esto se suma el hecho de que tras el nombre de Gaspar de la Nuit, Coral haya dejado su verbo malintencionado hace ya varios meses en Puente Aéreo. Con el tiempo este se ha mutado en Astrid, Belano, Edward Carlvo, Paolo Gómez, etc.

En el mes de junio recibí la llamada de Víctor Coral. La historia es un tanto larga como para que la cuente en estos momentos, pero en síntesis, él me contó que acababa de sufrir un hackeo en su cuenta blogger y que le estaban llegando mensajes bajo esa cuenta supuestamente hackeada y que tenga cuidado. Al abrir mi cuenta electrónica en la que recibo los pocos comments que me remiten no vi nada nuevo. Sin embargo, en estos últimos días he estado estudiando los mecanismos internos de mi blog y encontré el comment que provenía de la cuenta blogger Víctor Coral, el contenido del mismo lo pueden ver en los archivos de junio de este blog, en la reseña que realicé de la novela La fortaleza de la soledad. Dicho contenido está muy relacionado con otro de los temas que aparecen con frecuencia en Puerto el Hueco: la mafia, la argolla, etc.

Si realmente Coral sufrió el hackeo de su cuenta, no entiendo la razón del por qué no la ha cambiado. La misma cuenta sigue paseándose por varios blogs. Yo manejo esta hipótesis: como Coral suele dejar comments en varios blogs a la vez y como maneja varias cuentas bloggers, este se equivocó de ventana y cuenta blogger. Cuando uno es víctima de un hackeo lo primero que se hace es cambiar la contraseña o cambiar de cuenta. Y como la cuenta blogger de Coral es conocida, lo ideal sería que cambie de cuenta y que no solo se conforme con cambiar de clave. Tal y como lo hizo con la cuenta Vico que apareció en Puerto el Hueco, y cuyo contenido de su comment acusaba directamente a tres personas como las responsables de la administración de ese blog. Y esto lo hizo con la intención de desviar la atención ya que para no pocos él es quien administra ese terruño premunido de infamia. Los nombres de las personas aludidas como las responsables de Puerto el Hueco las había escuchado de la boca del mismo Coral en una conversación que tuvimos en un conocido café limeño:

- Gabriel, esto es para ti. Estoy haciendo un seguimiento. Los que están detrás de esa huevada son Faverón, Ezio (Neyra) y Leonardo (Aguirre).
- ¿Cómo?
- ¿Te acuerdas de mi informe de Somos, sobre Mazzotti?
- Ajá.
- Las fotos que aparecen en Puerto el Hueco no salieron en la edición impresa. Pertenecen al archivo de la revista, y nadie tiene acceso a los archivos. Y como Faverón fue editor, y tiene gente conocida...
- ¿Faverón y Ezio? De Leonardo sí puedo creer. Y a razón de qué.
- Leonardo saca libro y Faverón su antología. Y Ezio arma la jugada. Eso está cantado, causa.
- Bueno, pero tú también tienes acceso a los archivos, y si es Faverón quien pegó esas fotos, entonces, también quiere hacer creer que eres tú el que administra ese blog. No le veo lógica.
- ...
- Leonardo puede ser.
- ...
- Pero si es Leonardo, de hecho que tiene que estar asesorado, no creo que le interesen esos temas de la violencia política, el rollo de la poesía de los noventa; no sabe tu palta con Oquendo, tu guerra con Podestá, Crisólogo, Victoria, Paolo. Estos detalles son los que terminan salvándolo.
- ...

En el mismo post que Coral usó para “aclarar” la suplantación que sufrió la poeta Almenara, nos cuenta también que no pudo entrar a su cuenta por más de cuatro horas y que alguien, utilizando su cuenta Vico, acusó a tres honorables personas. Yo me hago unas preguntas: ¿no huele eso a una justificación premeditada?, ¿acaso la persona X que supuestamente lo hackeó tiene que saber de la existencia de las personas aludidas, y con mayor razón si esto ocurrió en una cabina pública?, ¿ o es que Coral, al igual que hizo conmigo, ha estado regando la versión relacionada a Faverón, Neyra y Aguirre como responsables de ese blog nauseabundo y así poder liberarse de la certeza que cada día lo sindica como el creador del feudo virtual más abyecto del que tengamos conocimiento?

( La fortaleza de la soledad es un blog que llevo adelante con el fin de hablar exclusivamente de literatura. Debido a la coyuntura que estamos viviendo en la blogósfera tuve que pegar este texto. Es el primer texto de esta naturaleza, y también el último)



martes, agosto 01, 2006

Entrevista: Jorge Eduardo Benavides


“Sobre todo aprendí que lo único realmente importante es el oficio

¿ En cuánto te sirvió la historia política peruana a la hora de escribir tus novelas Los años inútiles y El año que rompí contigo?

Al menos en Hispanoamérica parece ineludible que de una u otra manera todos los escritores nos manejemos vinculados a una realidad donde los tintes políticos son más que evidentes. Supongo que ello ocurre precisamente porque esa realidad es demasiado intensa, y resulta difícil escapar de su poderosa fuerza gravitatoria. En mis novelas, ya de forma particular, hay mucha historia de la realidad política peruana, lo que me ha servido para reconstruir ese mundo terrible y lleno de encrucijadas que vivimos una y otra vez.

Uno de los autores que ha estado presente en tu narrativa, y con mayor precisión en tu primera novela, es Mario Vargas Llosa, ¿ consideras que Conversación en La Catedral sigue más fresca que nunca?

Como la mayoría de las grandes novelas CELC sigue siendo fresca, sigue siendo atrevida y toda una estupenda invitación para quien considera que la literatura es un reto, un sofisticado ejercicio que implica por parte del lector un esfuerzo, un esfuerzo enriquecedor y gratificante. Supongo también que las tendencias literarias –como todo—van cambiando con el tiempo, y que hoy por hoy los lectores parecen exigir una inmediatez y una facilidad que las novelas como ésta están lejos de ofrecer.

El mercado español es de por sí muy difícil, llegaste a colocar tres libros tuyos en una editorial importante como Alfaguara. Cuéntanos cómo llegaste a publicar tu primer libro.

Llevaba casi diez años viviendo en Tenerife, dedicado a escribir y a corregir mi primera novela, además de enseñar en talleres de creación literaria. Cuando terminé Los años inútiles (me llevó seis años) pensé que no había quedado bien, que era una empresa fallida. Tiempo después una amiga la rescató de una caja, la leyó y me sugirió que la enviara a una editorial. Había pasado suficiente tiempo como para que tomara distancia con mi novela, de manera que decidí enviarla a varias editoriales, a ver si funcionaba. Empecé por Alfaguara porque es una editorial que siempre me ha gustado. No hubo necesidad de seguir enviándola porque a los meses me llamó la editora, Amaya Elezcano, y me dijo que la querían publicar, y que si tenía algo más. Tenía otra novela (El año que rompí contigo) y un libro de cuentos (la noche de Morgana), los envié y decidieron publicar ambos en los años siguientes. Hubo suerte.

¿Vives exclusivamente de la literatura?

Se podría decir que sí, pues llevó un par de talleres de literatura a la semana, doy algunas conferencias y charlas y en ocasiones escribo artículos más bien literarios. Todo ello me permite vivir y dedicar la mayor parte de mi tiempo a escribir. Intento hacerlo por las mañanas, en la biblioteca, todos los días.

Uno de los temas que se está explorando mucho por parte de los narradores es el tema del terrorismo, hay novelas que de alguna u otra forma tienen como tópico ese lastre mundial ¿Qué opinas de La hora azul (Premio Herralde de novela) y Abril rojo ( Premio Alfaguara)?

Me parecen dos estupendas novelas: ambas tratan el mismo fenómeno, desde distintos ángulos y además son dos propuestas literarias muy distintas: Cueto lo ha hecho desde la reflexión y Roncagliolo desde la estructura del thriller. Sé que ambas novelas han tenido muchos detractores (en el Perú) por parte de quienes creen que ninguna de las dos da la talla para convertirse en representativa de ese período cruel y espantoso que vivimos, pero creo que se trata de una lectura injusta pues ambas novelas forman parte de ese mosaico de novelas que vendrán a representar todas las caras de un fenómeno tan oscuro como complejo. Lo estupendo del caso es que ambas han sido premiadas y creo que muy merecidamente.

En apariencia, los personajes de El año que rompí contigo son ordinarios, pero es la atmósfera en la que estos se mueven lo que los hace especiales, en esta novela te alejas de la influencia de Vargas Llosa, existe en esta una fusión entre lo individual y lo colectivo ¿Qué referentes literarios estuvieron detrás de esta segunda novela?

Hubo, efectivamente, una nueva forma de explorar el aspecto formal en esta novela. Quería que fuera radicalmente opuesta a Los años inútiles, aunque el tema sigue teniendo un trasfondo político. Mi intención era también elaborar una historia más risueña, más amable, en medio de la dificilísima situación que vivían los personajes. En cuanto a referentes literarios, el mayor probablemente sea el de Cortázar, pero también muchos otros…

Te iniciaste publicando un libro de cuentos, y justamente tu último libro es de cuentos también, ¿cuáles son los enlaces o diferencias que como autor ves entre Cuentario y La noche de Morgana?

Creo que hay una diferencia muy, muy grande: Cuentario es un libro de aprendizaje, de alguien con muchas ganas de escribir pero sin oficio y lo peor, probablemente sin tiempo para adquirir ese oficio. La noche de Morgana se hizo durante mis muchos años en Canarias, y en esos años leí, aprendí, enseñé y trabajé mucho más que nunca. Sobre todo aprendí que lo único realmente importante es el oficio.

¿Qué autores españoles son los que te han llamado la atención?

Hay muchos y muy buenos, desde Javier Reverte a Javier Marías, pero también Manuel Vicent, Quim Monzó, Rosa Montero.

Esta es una pregunta inevitable. En tu novela Los años inútiles reflejas la podredumbre del APRA, partido político de larga data en el imaginario histórico peruano y latinoamericano. ¿Cómo ves el regreso de este partido político al poder en Perú?

Es una situación realmente terrible y toda metáfora o comparación se queda corta: hemos tenido que votar para salvar la democracia, y para lograrlo, para no caer en manos de la locura, del fanatismo castrense, del nacionalismo más casposo, hemos metido las manos en el cubo de basura de la historia para rescatar de allí a Alán García Pérez. Y así hemos hipotecado nuestro futuro poniéndolo al cuidado del tipo que hizo papilla nuestro país. Resulta estomagante pensar que debemos darle otra oportunidad…

¿ Piensas escribir una novela sobre los inmigrantes? , ¿ qué te ha ofrecido España en todos estos años?

No sé si escriba sobre los inmigrantes, porque aún cuando es un tema que vivo día a día, aún no me ha llamado la atención literariamente, de esa manera arbitraria y perentoria como suelen reclamar las novelas, quiero decir. España me ha dado mucho: la generosidad de un país que me abrió las puertas y me permitió ser y hacer lo que siempre quise; la distancia necesaria para mirar mi país natal desde otra perspectiva; y sobre todo, la ilusión de participar también aquí, en la construcción de una sociedad mejor.

(Esta entrevista a Jorge Eduardo Benavides apareció en el diario Siglo XXI de Valencia, España)