martes, enero 31, 2012

La libertad de Franzen


El pasado domingo en La República, Alonso Cueto nos entregó un extraordinario artículo sobre una de las mejores novelas publicadas en los últimos años: Libertad de Jonathan Franzen.

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Walter Berglund es trabajador, honesto, idealista, defensor del medio ambiente, aferrado tanto a su matrimonio como a sus principios morales. Richard Katz, su amigo y compañero de cuarto en la universidad parece ser lo contrario: compositor de rock frustrado, indisciplinado, aventurero, vagabundo, y cultor del sexo casual. Al inicio de su historia común, ambos amigos se siguen queriendo, se siguen viendo. Una de las razones es la esposa de Walter, Patty. Patty es la sobreviviente de una violación, una experiencia que le recuerda la traición de sus padres. Pasados unos años ha decidido contar la historia y de paso, su relación con su marido Walter, y su amigo, Richard.
Esta historia, una exploración en la amistad, el amor y el matrimonio, es el punto de partida de la novela Libertad del norteamericano Jonathan Franzen, que puede encontrarse en las librerías limeñas (editorial Salamandra). Es probable que ningún otro libro haya tenido la difusión de éste en el 2011. Una foto de Franzen (nacido en 1959) apareció en la portada en la revista Times con el título “American novelist”. Por otro lado, las críticas y reseñas han sido unánimemente elogiosas y no ha resultado infrecuente en ellas el calificativo de obra maestra. El libro lleva vendido varios millones de ejemplares, algo insólito en una novela de su complejidad y extensión. Como su novela anterior, Las Correcciones, Libertad es el resultado de nueve años de trabajo, con sesiones de diez horas diarias, en una computadora (que el autor se apresura a aclarar no tenía acceso a Internet).
Alrededor de los personajes principales de la historia hay muchos otros. Los más importantes son los hijos de la pareja, Joey y Jessica, pero están los hermanos, las tías, los vecinos, los novios y amigos de los hijos así como Lalitha, la asistente de Walter. Libertad es una lectura más bien insólita en la novela moderna, en la que han primado el minimalismo, la fragmentación y las historias asépticas. Las traiciones, obsesiones y el melodrama que surgen de sus páginas nos recuerda a la novela decimonómica. Es una historia íntima y social, individual y panorámica. Franzen quiere contarlo todo, desde lo que ocurre en la soledad de un dormitorio una noche con un personaje hasta los movimientos de los poderes y de la prensa en la era Bush. Sin embargo, como cualquier gran escritor, nunca llega a ninguna conclusión sobre sus personajes. La familia como tema ofrece una enorme variedad de relaciones pero Franzen extiende su arco argumental a las enormes dificultades de la amistad, en una sociedad marcada por la competencia (la obsesión de quién es más exitoso parece obsesionar a Walter y también a Patty).
La capacidad de contar historias del autor va de la mano con su talento para realizar pequeñas reflexiones paralelas. En uno de los episodios, Patty va a buscar una cerveza y debe escoger entre varias marcas. Decide entonces ir a otra tienda a buscar vino, pero no se decide. Se da cuenta de que no es capaz ni siquiera de resolver un problema trivial: dónde encontrar algo de tomar para una reunión de amigos. Un breve comentario la acompaña: la infelicidad es un estado en el que ninguna de las salidas parece aceptable, un punto en el que ha desaparecido el futuro.
Como en cualquier novela moderna, la percepción de los personajes es el punto de partida del narrador. Walter cambia de opinión, de principios, de emociones. Tan pronto piensa en unas reglas válidas como en las contrarias. Es capaz de matar a un gato para defender a sus amigos, las aves, pero también de arrepentirse. Cambia sus relaciones con Walter, con Patty, con sus hijos. Franzen nos ofrece un caleidoscopio de puntos de vista, en distintos personajes y dentro del mismo. Esta delicada, inteligente esquizofrenia ilustra un universo bañado por la relatividad y obviamente por la soledad. En ese universo nada es seguro pero lo que resulta conmovedor en sus personajes es que creen que nada puede darse por perdido.
La gran pregunta de este libro es qué es lo que hemos hecho con la “libertad”, esa premisa que la cultura occidental ha puesto en nuestras manos con el supuesto de que ella nos hará felices. Uno de los vecinos de los Berglund comenta que ninguno de ellos tiene “talento para vivir”. Al llegar al electrizante final del libro, el del reencuentro de los protagonistas, narrado como mano maestra, nos preguntamos qué papel juegan la moral y los instintos en nuestra vida. ¿Estamos representados de veras por nuestras convicciones morales o por nuestros deseos y pulsiones? ¿Es posible distinguir entre ambos? ¿Y alguna vez podemos afirmar que tomamos una decisión definitiva, que va a enrumbar nuestra vida? ¿Acaso es posible siquiera pensar en una vida con un rumbo?
Hace mucho que no me había sumergido con tanta pasión en una novela de las dimensiones de Libertad. Sus frases despiertan nuestra expectativa por la intriga sin perder su capacidad de exploración y de profundización en la vida de sus personajes. Una novela que cuenta historias puede ser, como es el caso de Libertad, de una enorme profundidad y complejidad. El arte de contar historias y el sombrío placer de explorar en ellas coinciden en sus escenas. Sus personajes tan desesperadamente vulnerables se quedan con nosotros. Son unas pobres gentes que no han renunciado a continuar. No han dejado de hacer uso de su “libertad” a pesar de todo.

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